La Casa Blanca asegura que «está preparada para lo peor», es decir, por si no funciona ningún método para contener el vertido de petróleo en el Golfo. Así lo explicó ayer la asesora de Energía y Medioambiente de la Casa Blanca, Carol Browner, en el programa Meet the Press. Los implicados ya temen la posibilidad de que el escape siga activo al menos hasta agosto. Una hipótesis ratificada ayer en televisión por el director gerente de BP, la compañía propietaria de la plataforma.

Seis semanas después de la explosión y hundimiento en el golfo de México de la plataforma, el crudo sigue brotando sin control y el intento más ambicioso por frenarlo se ha declarado fracasado. Era el tercero.

La tarea es una misión casi imposible. Para lograr matar el escape de petróleo de la tubería rota, los ingenieros de BP deben lograr que los robots submarinos acierten sobre una diana de menos de 18 centímetros que se encuentra a más de cinco kilómetros bajo el mar. De pesadilla.

Si ese intento no prospera, de resultar un nuevo fracaso, la única alternativa que quedará es la que está en marcha desde 10 días después de iniciada la crisis y que podría dar resultados positivos en el mes de agosto. El largo periodo de tiempo de esta solución -la perforación de un pozo de auxilio por el que desviar la fuga- es lo que ha hecho que mientras se desarrolla se intentaran otras opciones. Mientras, la marea negra crece y avanza.

Las cifras aportadas por el Gobierno -BP no ofrece ninguna, la compañía sabe que las indemnizaciones que tendrá que pagar dependerán de los litros de crudo que se hayan derramado- hablan de entre 70 y 150 millones de litros de petróleo desde que comenzó el vertido. Un desastre que ya es dos veces superior al provocado por el petrolero Exxon Valdez frente a las costas de Alaska en 1989, según los expertos.

Fracasado el conocido como top kill -intento de sellar la fuga con cemento y lodos pesados- los norteamericanos utilizan ahora con soltura durante la hora de la cena mientras contemplan las noticias términos nunca antes empleados en su lenguaje diario como válvulas de seguridad, cúpula de acero, cristalización subterránea o inyección de basura. El siguiente paso tampoco invita demasiado al optimismo. En esta ocasión se trata de intentar alcanzar el foco de la fuga para capturar buena parte del petróleo en el lecho marino y canalizarlo hacia la superficie para ser recuperado por barcos.

Fuentes de la compañía estimaron ayer que esta operación -llamada Lower Marine Riser Package Cap o LMRP Cap- puede tardar entre cuatro y siete días, y que el próximo fin de semana se sabrá si ha sido fructífera.

La noticia del nuevo descalabro de BP llegaba justo un día después de que el presidente Barack Obama visitara el viernes Luisiana -el Estado más afectado por el vertido- para contrarrestar las críticas que le llegan desde la opinión pública y desde el Congreso. Críticas que piden que la Casa Blanca desempeñe un mayor papel, quizá que desbanque a la compañía británica del control y tome las riendas de las operaciones de reparación -a pesar de que la tecnología punta y los más renombrados ingenieros están a sueldo de BP-.

Obama ha pasado el puente de Memorial Day, que concluye hoy lunes (día en el que se conmemora a los caídos del Ejército de EE UU), retirado en Chicago con su familia. Desde allí, la Casa Blanca emitió un comunicado en el que se aseguraba que la catástrofe era «descorazonadora» y enfurecía al presidente.

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Fuente: El Pais